martes, 3 de junio de 2008

BUCHARAY




Nos conocimos hace años, tantos que no recuerdo. Era solo un adolescente, pero son de los saharauis que desde muy jóvenes te dejan una profunda huella. Inquieto, revolucionario como cualquier otro, pero con grandes inquietudes. Apenas hablaba español cuando le conocí y el prometió que iba a aprender para poder hablar con nosotros, me pedía diccionarios y libros que poco a poco él solo fue desgranando las páginas de unos y otros para hablar en la actualidad un castellano aceptable. No quería quedarse ahí, Bucharaya tenía más objetivos, quería ser alguien válido para su pueblo y empezamos a animarle para que prosiguiera sus estudios.
Pasaba un caluroso mes de agosto cuando una llamada desde los campamentos me alegró enormemente. Bucharay acababa de inscribirse en un curso de auxiliar de enfermería. Desde ese momento fueron numerosas las llamadas pidiendo apuntes y libros sobre anatomía, fisiología y bioquímica, patologías, etc.
En la siguiente visita tuve que esperar unos días para poder verlo pues estaba en régimen de internado en el centro ubicado entre Smara y Ausserd. La alegría nos emocionó a ambos, él cargado de ilusión y yo cargado con todo lo que me había pedido. Su casa está frente a la mía y no esperó un instante para invitarme a tomar té.
“Bilbo este té lo haces tú”. Y es que le faltaba tiempo para dar un vistazo a todo el material mientras mi mano derramaba el té sobre la bandeja.
Bucharay ha cambiado poco desde entonces. Sigue siendo un joven inquieto, con la cabeza bien amueblada. Siempre espera impaciente nuestra visita a los campamentos y me da una inmensa alegría conversar con el cuando las guardias del hospital le dejan un rato libre.

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