No me cansé de esperar y maduró la plegaria de cobijarlo entre mis brazos. Mi pequeño príncipe del desierto llegó reclamando mi presencia y mi protección.
Esa noche, en el insomnio de la espera, le veía cuando contaba con tres o cuatro años correr por la jaima y colocar su mochilita junto a la mía esperando el día de mi regreso para viajar conmigo a España. Le veía inquieto cada día antes de dormir porque debía hacerlo a mi lado y cogido a mi camiseta.
Y es que le he visto crecer y las veces que he visitado los campamentos no se ha alejado un solo instante de mi lado.
La llamada del desierto en este caso tiene un nombre, Omar, un príncipe saharaui de tan solo ocho años.
Esa noche, en el insomnio de la espera, le veía cuando contaba con tres o cuatro años correr por la jaima y colocar su mochilita junto a la mía esperando el día de mi regreso para viajar conmigo a España. Le veía inquieto cada día antes de dormir porque debía hacerlo a mi lado y cogido a mi camiseta.
Y es que le he visto crecer y las veces que he visitado los campamentos no se ha alejado un solo instante de mi lado.
La llamada del desierto en este caso tiene un nombre, Omar, un príncipe saharaui de tan solo ocho años.
FOTO: PUNTO Y COMA ESTUDIO
1 comentario:
Omar es muy afortunado.
Un abrazo
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