domingo, 20 de abril de 2008

Se acordará Ahmed de mi......


Pasaba el mes de abril del año dos mil cuatro cuando en el aeropuerto de Barajas. A la hora de facturar me reconoció un amigo de la juventud al que hacia muchísimos años que no veía. Una emoción grande nos embargó a los dos, en este caso me recordó el saludo saharaui, nos preguntamos por todo lo habido y por haber, por nuestras ciudades, nuestros trabajos, nuestra salud, nuestros padres, nuestras esposas, nuestros hijos, por los viejos amigos, por nuestras aficiones….. Hablamos del viejo internado donde nos conocimos, de nuestros estudios y por su puesto de nuestra pasión por el desconocido Sahara en aquellos años, “recuerdas cuando nos queríamos ir para hacer frente a la marcha verde, seguimos igual bilbo , revelándonos contra las injusticias ……”
“Mira, esta es mi hija, ella va a los campamentos, es la primera vez, te rogaría que la vayas aconsejando durante el viaje”. Lo que son las casualidades, lo grandes que son los campamentos, la distancia que hay de uno a otro, y Estelia viajaba al mismo campamento que yo, a la misma daira y al mismo barrio, solo unos metros separaban las casas de nuestras familias. Cómo me recordaba mi primer viaje, los nervios, la incertidumbre, las mariposas del estómago, las ilusiones…… “se acordará Ahmed, de mí” me repetía una y otra vez .
Llegamos al amanecer a la daira y en un momento estaba junto a Ahmed y su madre, fue emocionante el encuentro, nunca vi dar tantos besos en tan poco tiempo. Nos despedimos en la puerta de su haima, “mira aquella es la mía”. Ese día solo pude verla un ratito por la noche, a pesar de haberla buscado en dos o tres ocasiones. “Bilbo quisiera beberme estos momentos de un solo trago, es fantástico, mañana me llevan a las dunas ¿te vienes? . No es que no quisiera, pero ya tenía planificado que junto con los muchachos haríamos de carteros todo el día y llevar las noticias a las familias saharauis de cuantas cartas me habían entregado amigos y conocidos.
“Poco dura la alegría en la casa del pobre” reza un refrán castellano. A la mañana siguiente vino Ahmed hasta mi casa, “bilbo, ven Estelia no se encuentra bien”. Cuando llegué estaba vomitando. De camino al hospital se lamentaba de haber comido en exceso el día anterior. Unos amigos del hospital la atendieron y nos dijeron que le pondrían suero y que debía permanecer internada hasta que remitieran los vómitos. “No pasa nada” me atreví a decir ante la lógica preocupación de su familia. Aquí nos quedamos, nos traemos el parchís y los trastos del té y esperamos todos juntos.
A los pocos minutos, Estelia dormía y su familia junto con la mía tomábamos té en la habitación. Así pasamos el resto de los días, en el hospital de Asmara, en una pequeña habitación que preparan para estos casos, tomando té ahora, y té después, tomando el té de la espera, el té de nuevas amistades, el té de las lágrimas de Gbenaha -madre de Ahmed- el té de las caricias hacia la enferma, el té de la resignación , pero sobre todo tomamos muchos tés de alegría, de promesas para el nuevo viaje, de chistes y cuentos, de historias de antepasados y guerra relatadas por otros enfermos saharauis que venían a visitarnos.
Semanas después cuando nos visitamos en España, Estelia reía, “bilbo habías tomado alguna vez tantos tés seguidos”, “nunca amiga”. El próximo viaje, porque volveré, quisiera que estuvieras para que tomaras conmigo el té del nuevo encuentro.
La providencia quiso que así fuera

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