miércoles, 29 de octubre de 2008

CUENTECILLO II


De todos mis venerables, es el mas cascarrabias. Brahím no se resigna a hacerse mayor, le comento que su sabiduría le hace un saharaui querido y venerable. Refunfuña y me dice que eso es de viejos, que él es un guerrillero Polisario –con setenta y dos años -. “Todos nosotros, los que viven aquí y en todo el mundo, se hacen viejos, pero cuando eso pasa , siguen siendo necesarios para otras cosas. Todo está en que esas cosas sean libros para nosotros los jóvenes -me hace un guiño y sonrie mientras se atusa la barba”
Entonces recordé otro cuentecillo.

“”Cuenta la historia que un hombre transportaba agua todos los días a su aldea usando dos grandes vasijas, sujetas en las extremidades de un palo de madera que colocaba atravesado sobre sus espaldas.Una de las vasijas era más vieja que la otra, y tenía pequeñas agujeros; cada vez que el hombre recorría el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdía.
Durante años el hombre hizo el mismo recorrido. La vasija más joven estaba siempre muy orgullosa , y tenía la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual había sido creada, mientras que la vieja se moría de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellos agujeros eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.
Estaba tan avergonzada que un día, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:
-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.El hombre sonrió y le dijo:
-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.Así lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecían muchas flores y plantas.
-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenías agujeros, y resolví aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado . Ya recogí muchas rosas para adornar mi casa y alimentar a mi familia. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podría haberlo hecho?
Mientras tomábamos el té, los demás decían a Brahím "muchachito trae carbón" "debes marchar a casa, se hace de noche" " manaña a la madraza". Esa tarde las bromas se prolongaron hasta el anochecer. Brahím me miraba, se atusaba la barba, me hacia un guiño y sonreía.

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