lunes, 26 de mayo de 2008

DIA DE CAMPO











Era muy tarde cuando recibí la visita de Selem, hermano mayor de Homad, tomábamos el último té antes de ir a dormir. Con su llegada sabía que la velada continuaría un buen rato. “Mañana nos vamos a pasar el día al campo, viviremos una jornada en el desierto para que bilbo se sienta un verdadero saharaui” La verdad es que a mí me hacía falta poco para que Selem lograra su objetivo, pues me siento saharaui y a veces creo que llego a pensar y comportarme como ellos, máxime cuando estoy en los campamentos. Pero lo cierto es que no imaginaba las emociones que sentiría en el día maravilloso de campo que me hicieron pasar.
Era bastante pronto cuando ya despierto notaba el movimiento de los preparativos. Naja entró al cuarto con la frenna humeante para servir el primer té del día, poco a poco iban acudiendo todos los muchachos de la familia, faltaba Homad, pero pronto llegó “los coches ya está ahí”. Perfectamente podríamos ser cuarenta personas con las mujeres y los niños, y, poco a poco nos íbamos acoplando en los vehículos entre mantas, palos, cuerdas y demás elementos que ni sabia lo que eran ni para que servían.
Los dos land roverd iniciaron la marcha cargados en exceso. Salimos del campamento y el viaje se me hacia interminable, mas de una hora ¿pero dónde estaba el campo? Si yo solo veía campo y más campo. Campo por todos sitios, todo igual, todo llano, todo piedras y arena sin ningún tipo de vegetación. A cada pregunta que hacía sobre dónde me llevaban, Homad me tranquilizaba con una sonrisa, “ya falta poco”. Fueron más de veinte “ya falta poco” cuando contemplé en el horizonte lo que me parecía un árbol. A cada instante que nos acercábamos el árbol se hacia mas nítido y una pequeña duna al lado. Ese fue el lugar que Selem eligió para hacerme pasar el día.
En un momento instalamos una jaima en la base de la duna mientras los niños daban volteretas en la fina arena y las mujeres colocaban una enorme alfombra bajo el árbol. Selem hizo que me sentara junto a él y empezó a explicarme cosas de su pueblo, mientras Jalil, Naja y Homad preparaban para hacer té.
“Bilbo antiguamente cuando nuestros abuelos perseguían las nubes y llegaban a un lugar de vegetación, instalaban las jaimas para protegerse del viento y del sol, los animales pastaban hasta que decidían partir a otro lugar. Se alimentaban con la leche y la carne de su ganado…..” El relato fue impresionante, no omitía ningún detalle, estaba recibiendo una clase magistral de la vida saharaui en el desierto, in situ. Llegué a emocionarme en varios momentos, ayudé a montar la jaima, ordeñé una cabra, comí dátiles con manteca, hice fuego, bebí té hervido con la leña que yo mismo recogí en un largo paseo, mastiqué resina de la talha, confeccioné una aguja con una de sus espinas, comí carne de camello asada sobre una piedra, hice té, incluso en uno de sus momentos de oración, sentado sobre una piedra también quise elevar mi plegaria a todos los dioses habidos, pidiendo justicia por y para ellos.
Cuando quise darme cuenta estábamos recogiendo para regresar al campamento. Un día espectacular. Pasado algún tiempo supe que para ellos también lo fue. Después estuve en otras ocasiones pero ninguna fue igual y aún cada vez que recuerdo y veo las fotos de mi primer día de campo, siento una enorme emoción.

No hay comentarios: