Hace un par de días, cuando estaba dando forma a mi particular homenaje de la mujer saharaui, dejaba este mundo una de las mujeres ejemplo de la historia. A sus 98 años Irena Sendler, la “madre del holocausto” voló para reunirse con sus niños, los que no pudo salvar de las garras nazis.
Cuando Alemania invadió Varsovia en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social. En 1942 los nazis crearon un gueto en Varsovia y fue entonces cuando Irena se une al Consejo para la Ayuda de Judíos.
Irena arriesgó su vida en la Varsovia ocupada por los nazis para salvar de la muerte a 2.500 niños judíos ante las mismas narices de los soldados alemanes. Sendler logró sacar a los pequeños del gueto de las formas más inverosímiles: escondidos en la basura, en ataúdes o en cajas de herramientas. Luego, los ocultaba en el seno de familias católicas y en conventos para evitar su traslado a campos de concentración.
Enterraba en un jardín vecino en botes de conserva las identidades de los niños que salvaba, con la nuevas identidades que les ponía. Al finalizar la guerra, ella misma las desenterró, con el objetivo de localizar e identificar a los niños.
Fue dada por muerta y adquirió una nueva personalidad: Jolanta la llamaban los niños.
Unida ya a mi santuario personal quiero dedicarle como no podría ser de otra forma un té, en comunión con todos los colectivos solidarios, para que pueda ser la luz ejemplar de cuantos intentamos aportar un granito de arena a favor de la justicia en el mundo. Para no sentirme solo en este mágico ritual, Mercedes, sabedora de mi gusto por el té ha tenido a bien de invitarme y hacer los honores en el perfecto manejo de la palabra:
Amargo…
Ya vuela hacia el cielo el ángel del gueto.
Varsovia de luto se viste. Llora, llora el cielo que fue testigo de la heroicidad humana. La mamá del Holocausto ha dejado huérfanas a 2500 familias, 2500 familias que hoy existen porque una vez en el seno de una familia un papá educó a su hija en los valores más humanos que existen, explicándole que en el mundo coexistían dos tipos de personas, las malas y las buenas, y que ser de las segundas era la mejor elección.
Dulce…
Irena Sendler, ángel de Varsovia, te reclamaron en el cielo dejando en la Tierra la herencia de la mayor lección de humanidad. Ángel de tierra. Allá en el cielo no te hallarán sola, 2500 padres aguardaron impacientes tu llegada, 2500 madres venderían su alma por ti al diablo…Porque una vez tú llevaste calor y dulzura a la vida inerte de sus hijos. Porque fuiste padre, madre y ángel de la guarda.
“Has llenado almas de esperanza, no ya sobre la vida, sino sobre la condición humana”.
Suave…
“Jolanta, allá ya no tendrás jardines cómplices que guarden secretos. Allá no habrá torturas ni falsas identidades. Allá serás tú, y serás feliz”.
Desde este rincón, desde el cual se grita fuerte para despertar ángeles dormidos, lanzamos al cielo águilas blancas que dibujan mil estrellas a su paso.
Ángel de Varsovia, echa una mano desde allá. No permitas que se repitan atrocidades… no más guerras, no más jardines encubridores.
“Irena, nuestro más sincera gratitud. Tu herencia, tu legado, serán referencia para esos niños que quieren ser buenas personas. Alzando nuestros vasos al cielo, Nahabuc,”.
Cuando Alemania invadió Varsovia en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social. En 1942 los nazis crearon un gueto en Varsovia y fue entonces cuando Irena se une al Consejo para la Ayuda de Judíos.
Irena arriesgó su vida en la Varsovia ocupada por los nazis para salvar de la muerte a 2.500 niños judíos ante las mismas narices de los soldados alemanes. Sendler logró sacar a los pequeños del gueto de las formas más inverosímiles: escondidos en la basura, en ataúdes o en cajas de herramientas. Luego, los ocultaba en el seno de familias católicas y en conventos para evitar su traslado a campos de concentración.
Enterraba en un jardín vecino en botes de conserva las identidades de los niños que salvaba, con la nuevas identidades que les ponía. Al finalizar la guerra, ella misma las desenterró, con el objetivo de localizar e identificar a los niños.
Fue dada por muerta y adquirió una nueva personalidad: Jolanta la llamaban los niños.
Unida ya a mi santuario personal quiero dedicarle como no podría ser de otra forma un té, en comunión con todos los colectivos solidarios, para que pueda ser la luz ejemplar de cuantos intentamos aportar un granito de arena a favor de la justicia en el mundo. Para no sentirme solo en este mágico ritual, Mercedes, sabedora de mi gusto por el té ha tenido a bien de invitarme y hacer los honores en el perfecto manejo de la palabra:
Amargo…
Ya vuela hacia el cielo el ángel del gueto.
Varsovia de luto se viste. Llora, llora el cielo que fue testigo de la heroicidad humana. La mamá del Holocausto ha dejado huérfanas a 2500 familias, 2500 familias que hoy existen porque una vez en el seno de una familia un papá educó a su hija en los valores más humanos que existen, explicándole que en el mundo coexistían dos tipos de personas, las malas y las buenas, y que ser de las segundas era la mejor elección.
Dulce…
Irena Sendler, ángel de Varsovia, te reclamaron en el cielo dejando en la Tierra la herencia de la mayor lección de humanidad. Ángel de tierra. Allá en el cielo no te hallarán sola, 2500 padres aguardaron impacientes tu llegada, 2500 madres venderían su alma por ti al diablo…Porque una vez tú llevaste calor y dulzura a la vida inerte de sus hijos. Porque fuiste padre, madre y ángel de la guarda.
“Has llenado almas de esperanza, no ya sobre la vida, sino sobre la condición humana”.
Suave…
“Jolanta, allá ya no tendrás jardines cómplices que guarden secretos. Allá no habrá torturas ni falsas identidades. Allá serás tú, y serás feliz”.
Desde este rincón, desde el cual se grita fuerte para despertar ángeles dormidos, lanzamos al cielo águilas blancas que dibujan mil estrellas a su paso.
Ángel de Varsovia, echa una mano desde allá. No permitas que se repitan atrocidades… no más guerras, no más jardines encubridores.
“Irena, nuestro más sincera gratitud. Tu herencia, tu legado, serán referencia para esos niños que quieren ser buenas personas. Alzando nuestros vasos al cielo, Nahabuc,”.
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