Cuando la bóveda del desierto se hace negra y se llena de estrellas, te invita a mirarlas, las haces tuyas, quisieras abarcarlas todas a la vez. Te trasmiten paz, sosiego, es todo un espectáculo verlas como si estuvieren colgadas por hilos invisibles y que llegan a darte en la nariz. Es majestuoso.
Mohamed, mi hermano, padre de Homad, es un amante de la noche, me enseña a interpretar los sonidos, a analizar el silencio. Conoce cantidad de estrellas. Las llama con nombres árabes que no sabe traducir. Pasamos largos ratos contemplando el cielo, no importa si hace frío o no. Me explica como orientarse solo mirando a las estrellas.
En mis estancias en los campamentos casi a diario tenemos una cita con el cielo.
Esa noche hacia calor, nos permitía tomar el té en el patio sobre una alfombra y me empezó a hablar de ellas. Tiene sus preferidas, me señala su posición extendiendo su brazo al cielo. “A ellas les hablo, son fieles compañeras, ves aquellas que tienen forma de flecha, señalan nuestra tierra, gracias a ellas sé siempre donde está mi familia” Mohamed se emociona cuando me habla de ella y de lo duro que fue para él dejar a sus padres y hermanos en el Aium. Tan solo hace un año pudo disfrutar de un viaje con NNUU a los territorios ocupados a ver a su padre ya muy anciano y ciego. “Bilbo hacía treinta años” treinta años repite una y otra vez hasta quedarse sin voz. Llevó a toda la familia. Estuvieron solo cinco días pero a él le parecieron un suspiro. Que crueldad….Cada vez que llegamos e este punto cambia de tema y me habla de Homad, el hijo que compartimos, intuyo que siente predilección por él. Quiere que venga a España, no le gusta que esté en las regiones militares,”es muy niño” dice entre dientes.
Mohamed es un hombre prudente, muy prudente, conoce y respeta el desierto, a pesar de todas sus heridas abiertas, no muestra jamás resentimiento.
Dice con los ojos dirigidos a la pequeña flecha de estrellas “me gustaría morir en el Aium y tener a todos mis hijos cerca”, “no es momento de hablar de muerte y menos tu que has coqueteado con ella en multitud de ocasiones, Dios nos dará larga vida y veremos aquello por lo que hoy luchamos”. Como hace siempre me abraza y me pone la mano en el pecho
Tomábamos el tercer vaso,…
Mohamed, mi hermano, padre de Homad, es un amante de la noche, me enseña a interpretar los sonidos, a analizar el silencio. Conoce cantidad de estrellas. Las llama con nombres árabes que no sabe traducir. Pasamos largos ratos contemplando el cielo, no importa si hace frío o no. Me explica como orientarse solo mirando a las estrellas.
En mis estancias en los campamentos casi a diario tenemos una cita con el cielo.
Esa noche hacia calor, nos permitía tomar el té en el patio sobre una alfombra y me empezó a hablar de ellas. Tiene sus preferidas, me señala su posición extendiendo su brazo al cielo. “A ellas les hablo, son fieles compañeras, ves aquellas que tienen forma de flecha, señalan nuestra tierra, gracias a ellas sé siempre donde está mi familia” Mohamed se emociona cuando me habla de ella y de lo duro que fue para él dejar a sus padres y hermanos en el Aium. Tan solo hace un año pudo disfrutar de un viaje con NNUU a los territorios ocupados a ver a su padre ya muy anciano y ciego. “Bilbo hacía treinta años” treinta años repite una y otra vez hasta quedarse sin voz. Llevó a toda la familia. Estuvieron solo cinco días pero a él le parecieron un suspiro. Que crueldad….Cada vez que llegamos e este punto cambia de tema y me habla de Homad, el hijo que compartimos, intuyo que siente predilección por él. Quiere que venga a España, no le gusta que esté en las regiones militares,”es muy niño” dice entre dientes.
Mohamed es un hombre prudente, muy prudente, conoce y respeta el desierto, a pesar de todas sus heridas abiertas, no muestra jamás resentimiento.
Dice con los ojos dirigidos a la pequeña flecha de estrellas “me gustaría morir en el Aium y tener a todos mis hijos cerca”, “no es momento de hablar de muerte y menos tu que has coqueteado con ella en multitud de ocasiones, Dios nos dará larga vida y veremos aquello por lo que hoy luchamos”. Como hace siempre me abraza y me pone la mano en el pecho
Tomábamos el tercer vaso,…
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