Tomaba té con Mohamed Fadel y le hablaba del libro “el cazador de estrellas”, que el argumento se desarrollaba en los campamentos y que trataba de un niño enfermo y de sus conversaciones y trato con un anciano. Le encantó y en el siguiente viaje le llevé un ejemplar. Lo leyó en un par de días y me llamó para conversar sobre el. Me habló de lo mucho que le había gustado y me preguntó que si había sacado conclusiones. “Bilbo este libro me recuerda una historia muy antigua, quieres que te la cuente”, “adelante”.
""Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad , un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Mojtar, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Mojtar, tú, ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...Entonces, el ciego le responde:
""Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad , un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Mojtar, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Mojtar, tú, ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...""
Como en otras muchas ocasiones me quedé sin palabras.
Como en otras muchas ocasiones me quedé sin palabras.
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